EN
ESPERA DE LA
MUERTE
Arturo Camarena Flores
A la memoria del médico urólogo Filemón
Haro Ávila quien iluminó infinidad de vidas con su sabiduría y con su sana alegría.
Los que viajamos con descuento por tener la tarjeta del INSEN
estamos muy conscientes (en contraposición de los jóvenes), de la cercanía de
la muerte a la cual esperamos cada día
con la ilusión de que en su agotadora tarea se olvide de uno el más tiempo posible.
Se agradece cada nuevo amanecer y en lo particular me sobrecargo de buenas intenciones para la
dura jornada diaria pues el colmo de la
existencia sería irse como se llegó:
indefenso y llorando lleno de traumas
físicos y emocionales. De estar en la comodidad del vientre materno, de pronto
la luz cegadora, los ruidos
insoportables y la hipermovilidad junto con infinidad de imágenes noche y día
se harán los acompañantes habituales. En cambio con la cesación de la vida se
recupera la calma perdida. En las pláticas comunes se procura no hablar sobre
la muerte pero cuando ello es necesario se dividen las opiniones sobre la
cremación o la inhumación. Voto por la segunda pues evita más contaminación y enriquece la tierra
con material de primera. En lo que sí hay acuerdo en esto del morir es que lo ideal es hacerlo sin estar hospitalizado con tubos por todas partes y rodeado de gente desconocida. Nadie (ni particularmente ni en lo oficial) quiere una larga etapa dolorosa y costosa y se suspira por una muerte durmiendo. No se pierde la vida después de los 60 años pues ya se disfrutó o malgastó por lo cual es una tontería empezar a preocuparse cuando la vida está por acabarse. Otra buena idea es tener en lo posible listos los papeles para la partida sin regreso y no hablo sólo del testamento sino de los seguros, las deudas y todo lo demás de la burocracia aplastante. He visto casos de auditorías fiscales por el ejercicio de la profesión a médicos muertos hace años pues lo frecuente es morirse sin tener nada en orden y vienen los problemas sobre los deudos que hasta reniegan de la inesperada salida por considerar que aun podría seguir siendo el principal proveedor. Como ser gregario participo en varias asociaciones y siempre hay gente sensible que se autodesigna como depositaria de los recuerdos y de la memoria de sus miembros.
En la APENAC está instalada una extensa lista de sus
compañeros muertos. Raúl Guillén atesora un pergamino donde con su bella
caligrafía están más de 55 nombres de los constantes asistentes desde 1954 a la
cafería La Moderna que estaba en calle Hidalgo casi con la calle México y el
ingeniero Elías Deras Escobedo, en cada sesión mensual nos enseña la lista con
ya pocos espacios disponibles y con 38 nombres de muertos, todos miembros
de la extinta casa del estudiante nayarita en el Distrito Federal. Sin modestia alguna mi nombre estará, (no
urge), cuando menos en estas tres listas. Por estos medios y efectuada la
procreación le damos la vuelta a la muerte que en su suprema y eterna
ignorancia no se da cuenta que la especie humana se inmortaliza a través de los
genes y que el cuerpo humano solamente es
la marca, el envase, lo externo. En la espera de la muerte haciendo fila
en la larga línea se visita a los amigos, se procura a la familia, se sigue
sirviendo a los demás y es maravilloso darse cuenta que en la última década se
aprende más de lo supuesto y entre muchas cosas se confirma que la verdadera
democracia no existe.
Termino estas pocas notas fúnebres con la respuesta de la tortillera al filósofo:
“no hay masa ya”.
Miembro de la Asociación de Periodistas y Escritores de
Nayarit. (APENAC)
Correo: arturocamarena1@hotmail.com